Haga "clic" sobre las fotos para ampliarlas

 
LA ALDEA DE RUBILLÓN: ASENTAMIENTO, TRADICIÓN Y COOPERACIÓN VECINAL
 

Las formas de asentamiento humano sobre un territorio, siempre han preocupado a los antropólogos e historiadores, de ahi el interés por las costumbres y por las instituciones de la vida rural, que fueron constituyendo grupos vecinales muy reducidos, pero con una vida social muy intensa.


Su organización social  y el estado de conservación de un modelo de sociedad primitiva, estaba basada en la solidaridad que se fue perdiendo con el avance de la civilización, como restos de la antigua organización señorial, herencia de la romanización y de la cristianización del mundo pagano, una de las formas culturales de nuestro paisaje. Las aldeas gallegas tambien están basadas en la penetración del espíritu capitalista en la mentalidad de nuestros labradores. En la actualidad, la sociedad gallega se va haciendo mas compleja

       
     

La tradición con la cooperación vecinal, era habitual en la vida social del pasado de Rubillón dependiendo de interacciones, colaborando en diversas actividades:


Los molinos y hornos fueron de propiedad comunal.


Las mallas para desgranar el centeno y el trigo, a las que acudían todos los vecinos a trabajar varios días de agosto, de sol a sol, en cada una de las casas de la aldea.


Las esfolladas para desgranar el maiz, en las que participaban los mozos y las mozas para trabjar y divertirse hasta altas horas, las noches de otoño.


Los carretos, que consistían en la ayuda del vecino que necesitan algunas jornadas para transportar piedra, teja y otros materiales para hacer su casa o repararla

     
     
Todas estas actividades colectivas y otras muchas, eran gratuitas y solidarias, y en compensación, el vecino beneficiado organizaba una buena comida durante las actividades, que finalmente se transformaban en fiestas prolongadas hasta la madrugada. Estas formas de actividad colectiva pueden ser consideradas órganos fundamentales dentro de la vida de la aldea gallega, que hoy sólo se conservan en la memoria. En realidad no se podían prescindir de ellas por las funciones tan precisas que desempeñaban: ecológicas, económicas y sociointegradoras
       
       
Prescindir de los vecinos en una de estas actividades es tan irracional, como arriesgarse a perder una cosecha de centeno, trigo o maiz, o como impedir el comienzo de los trabajos de una casa, dada la precariedad de la tecnología disponible. Además, esto supondría el aislamiento vecinal, con posibles consecuencias sociales y materiales irreparables, que no se podían sostener por mucho tiempo.
 
El carácter colectivo y comunal de estas actividades estaban consensuadas por la tradición, sin la imposición de alguna forma de autoridad local. Este colectivismo comunal perduró por un tiempo, incluso cuando dichas actividades dejaron de ser económicamente necesarias y rentables, ya que el concepto de comunidad que tenían era muy arraigado en la memoria de su identidad.
       
       
La antigüedad de estas costumbres de cooperación local sigue siendo desconocida, aunque se localicen en documentos medievales de los conventos monacales. Estos trabajos colectivos es posible que fueran impuestos por la autoridad de los monasterios para asegurar la producción de las especies de grano, o bien como cargas impuestas por aquellas autoridades. Hace pensar que eran formas culturales sospechosas de paganismo para cualquier autoridad eclesiástica y los poderes sociales se mostraron permisivos con ellas en vista de su eficacia.
       
     

Existen otras formas de cooperación, menos colectivas pero recíprocas, entre los vecinos de la aldea para trabajos agrícolas ordinarios, como el cultivo de patatas, recogida de la hierba, siembras, cosechas, siegas, limpieza de fincas, cuando son pocos los miembros de la familia. Las relaciones familiares entre casas vecinas, suelen ser decisivas para que estas alianzas sean mas duraderas para el trabajo, además de favorecer el intercambio de otros bienes, como ropa, carne, legumbres, préstamos de dinero o comidas que simbolizan la dimensión de la relación interfamiliar .


Estos trabajos colectivos y recíprocos pertenecen a unas modalidades de producción, caracterizadas por la posesión de bienes escasos y condiciones sociales muy homogéneas, que buscan la consecución de objetivos definibles en términos de subsistencia. Estas actividades recíprocas no son campatibles con ninguna modalidad de producción capitalista.

     
 
En Rubillón esta interdependencia vecinal existió, como en cualquiera de las aldeas limítrofes, porque estuvo distante de las principales vías de comunicación y de los centros urbanos. Por otro lado, los vecinos más cercanos se consideran como unos recursos humanos muy estimados y sobre todo, son una referencia simbólica fundamental en la identidad de sus habitantes. Los abuelos de hoy, vivimos intensamente esta colaboración durante nuestra infancia.
     
       

En preparación